Mientras la lluvia tocaba mi cuerpo, recordé como el viento tocaba tu piel. El viento tocaba tu piel, tu pelo, tu boca.
Ese viento tan galantemente se movía, que no pude contra el, y me deje vencer.
Escogí la lluvia, queriendo siempre tocar el fuego, que perdí por no luchar contra el viento. Sí aún puedo, me quemaré por el fuego, sin importar que tan fuerte sea el viento.